lunes, 29 de noviembre de 2010

De las inclemencias del tiempo

Hoy no ha salido el sol, es más, está nevando, es más, no he podido tomarme un café en casa (otro día hablaremos del café). Esto a mí me gusta tanto como despertarme con el sonido de la taladradora de las obras de abajo.



Hay gente que ve llover y sonríe mientras repite frases del tipo: "es bueno que llueva", "esto va muy bien para el campo". Les admiro, de verdad.

Tal cual yo lo veo, que llueva es un hecho, si bien necesario, incómodo donde los haya, tanto más si va acompañado de este frío polar (en verano todo se ve de otra manera).
No puedo evitar disgustarme al ver cómo casi todos mis objetos de uso cotidiano se cubren de esas odiosas gotitas. Me molesta tener que caminar mirando al suelo por temor a pisar un charco o alguna de esas trampas mortales camufladas en forma de baldosa suelta (¡malditas!). Esto por no hablar del encrespamiento capilar o de los simpáticos salpiconazos que nos regalan los coches en los pasos de cebra, o de los paraguas que se dan la vuelta, o de...me da repelús hasta pensarlo.

Normalmente, es decir, estos últimos años, la pauta que he seguido los días de lluvia consta de tres sencillos pasos, a saber: agarrar la manta más calentita que encuentre, envolverme en ella tirada en el sofá (preferentemente con un buen libro entre las manos) y esperar a que pare. Este último punto es muy importante, hay que cuidarse de no realizar ninguna clase de movimiento hasta que la lluvia haya cesado por completo, no queremos malgastar energía.
Esta táctica resulta efectiva en ocasiones, véase: cuando llueve un día y tienes una profesión tan agradecida y poco exigente (en lo que a horarios se refiere) como la de estudiante. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en nuestra querida España el invierno pasado llovió todos y cada uno de los días, o por lo menos así lo recuerdo, de manera que se hace necesaria una revisión de dicho procedimiento.

Pues bien, debido al pesado argumento encima de estas líneas expuesto y a una invasión de optimismo sin precedentes ni explicación, declaro inaugurada mi etapa de "ser feliz también cuando llueva". Porque quizá sea bueno para el campo, porque en el fondo mola mojarse la cara y porque tengo unas botas de agua, (que aunque horribles y compradas in extremis en un cutre-outlet de la gran manzana, cumplen su cometido estupendamente), esta vez pienso salir a la calle.
Seguro que hay cosas ahí fuera que merece la pena ver.

Muchas sonrisas. Hasta la próxima.


domingo, 28 de noviembre de 2010

De presentaciones

"De tantas cosas..." es un blog creado, como su propio nombre indica, para vomitar (guiño, guiño) algunos hilos de mi pensamiento. La idea es poder compartir ideas que probablemente no interesen mucho, aquellas que por razón de espacio pidan salir de mi cerebro, otras que vengan directamente del inconsciente y se me escapen sin querer.
¿Lo que espero de todo esto? En principio nada, sólo ir tirando miguitas por el camino, por si alguien quiere recogerlas, por si al final acabo disfrutando de ello y por si os puedo arrancar un par de sonrisas o tres.

Nada más que decir, por ahora...